Caperucita es espantosamente puntual, iba a ir en hora, pero los animales del Bosque la detienen.
"Que te espere"-dice uno...
"Te va a comer"-le dice otro- "¿estás dispuesta a que lo haga?"
Ella siente que un nudo le revuelve el estómago... Es evidente que el Lobo va a comerla en algún momento, ella no quiere que sea ahora, no quiere que sea ya. Obviamente quiere, el Lobo a sus ojos sabe tan exquisito como peligroso. Una voz interna le dice que no vaya y otra más interna todavía la empuja a ir.
Cuando se asoma a la puerta, él la está esperando, la conduce a su cueva. Ella está mareada, le tiemblan las piernas, quiere largarse.
El lugar está igual que siempre, ella tiene hambre, pero no hay nada que se parezca a comida en el lugar... Nada excepto... ¡él!
"Estás al horno"-se dice ella para sí.
Ella y el Lobo comienzan a hablar, la conversación versa sobre varios temas, pero todo vira ante una pregunta: "¿por qué me hablaste?"
"¿por qué me buscaste?"
"¿veías mis fotos?"
"¿veías las mías?"
"¿Quién agregó a quién?"
"Pasó el tiempo..."
"Todavía no te comí"
"Y... al final viniste..."
"Si no me besa esta noche, no vuelvo nunca más"-dijo Caperucita para sus adentros. Su cuerpo latía, la adrenalina circulaba a correntadas por su torrente sanguíneo.
"¿Aceptás besos de desconocidos?"-le preguntó él.
Ella no entendió la palabra "besos".
Probablemente bordó de la vergüenza, repreguntó.
"Si aceptás besos de desconocidos"
"Si te animás..." fue la respuesta de ella.
Él asintió.
...La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué boca más grande tienes!
- Es para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo feroz se abalanzó sobre la niñita y la devoró...
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