miércoles, 19 de agosto de 2009

La fuerza del corazón


Sí, estoy escuchando esa canción ahora pero lo que me impulsó a escribir sobre esa fuerza es el entusiasmo que estoy sintiendo en estos momentos debido a esa fuerza.
Varios libros de diversos autores de distintas nacionalidades, razas y estratos sociales hablan de lo mismo, casi podría definírselo como un “Complot universal” o una “Sincronización energética con el universo”, ¿de qué hablo?, de que cuando uno quiere que pase algo con todas las fuerzas de su alma, de su corazón, el universo se complota para que suceda.
Yo después de leer “El Alquimista” de Coelho, empecé a pensar en dejar la medicina, empecé a pensar en irme fuera de Mendoza, empecé a pensar en volar de aquí y créase o no, mientras escribo estas oraciones suena en mi equipo “Fly Away From Here” y por ironías del destino, mi tema favorito es “One Day I’ll Fly Away”… sin comentarios.
Si uno es fuerte de corazón se puede enfrentar a lo que sea, pero un corazón fuerte no está solo, también se acompaña de un espíritu inquebrantable, de una voluntad de hierro y constancia. Si no se es constante en lo que se piensa, se quiere y se desea, lo más probable es que no pase.
También es importante poder decidir y saber hacerlo, si no tenés el control sobre tu propia vida, ¿Qué va a ser de vos?... toda decisión implica riesgos, pero todo riesgo implica sentirse vivo, implica moverse, implica tener un papel activo y constructivo en nuestro destino, no es fácil decidir, pero es necesario. Al decidir pueden ganarse o perderse cosas, pero si la decisión sale del fondo de nuestro ser, estamos seguros y somos capaces de afrontar las consecuencias ¡Avanti!
A veces nos creemos débiles, incapaces de decidir, de pensar por nosotros mismos, pero les puedo asegurar, por experiencias propias que la fuerza siempre está, aunque no lo demostremos, puede salir en los momentos más inverosímiles o en situaciones límites donde vivir está en juego.
Yo creo que sin mi fuerza no hubiera sido nada, no estaría aquí contando esto… En enero de 2007 estaba en un viaje de egresados, era verano pero en Bariloche, en el Cerro Catedral todavía quedaba nieve, la noche anterior se me había inflamado el tobillo porque un individuo con contextura de rugbier que bailaba cerca de mí me saltó encima, debo haber ascendido medio kilómetro hasta llegar a la montaña con botas de nieve y mi tobillo violeta, no dije nada, porque no quería perderme el ascenso y hacía mucho que no veía nieve, llegué cuando todos estaban disfrutando desde hace rato, pero pedí que me sacaran fotos y jugué un rato con mis compañeras. Poco después el fotógrafo y el camarógrafo nos pidieron que nos acomodáramos, de más bajos a más altos, como yo apenas paso el metro cincuenta me puse adelante y al medio, mis compañeros de atrás resbalaron y los de atrás también y los de atrás, yo quedé debajo de esas 50 personas, sentía la nieve helada en mi mano y veía overoles naranjas, nada más, no podía moverme, no podía empujar a nadie, no podía hablar y sentía cómo mi maxilar crujía y mi mano apoyada en la nieve ardía, dejé de ver… pensé en que me iba a morir, pero menos de un segundo después me convencí de lo contrario, “no es hoy” me dije y empecé a respirar más pausadamente y seguía tratando de levantarme, comencé a gritar cada vez con más fuerza… cuando terminaron de sacar las fotos el grupo se disolvió, uno de los chicos dijo “Sentí que había alguien debajo mío”, inmediatamente después me vieron, con la cara violeta, los ojos vidriosos y un hilo de sangre que bajaba de mi nariz, “estoy bien” dije y me desmayé. En el Hospital no podían creer que como estaba bajé caminando, “tenías cerca de 100 kilos en cada parte de tu cuerpo”, me dijo una médica, “pero yo quería salir de ahí” le dije. Tenía un politraumatismo de cráneo, el maxilar inflamado y parte de la mano quemada por la nieve, pero quería ir a bailar esa noche…
Recién, cuando venía para acá vi dos chicos que estaban en un altar que hacen al costado de la ruta en la esquina de mi casa, cuando pasé, vi que se levantaron, no les di importancia, caminé una cuadra y sentí una voz que me dijo “dame todo” y los vi a ellos, rodeándome. Yo no era consciente de la situación, estaba mortalmente anestesiada, pero gritaba “no, no, no”, hasta que empecé a zamarrearme, a dar puntapiés al aire y gritar ensordecedoramente, los perros del paredón de la casa en la que me apoyaron también gritaban, los cacos salieron espantados, uno se agarraba el brazo, el otro miraba, cruzaron la ruta, me incorporé, me reí y los perdí de vista, espero que para siempre….
Uno es fuerte aunque se muestre débil, la fuerza se tiene naturalmente, algunos la llaman instinto de conservación, otros, supervivencia, otros, espíritu de lucha, pero es algo que nace de nuestro interior, de nuestro corazón, de nuestra alma, que nos diferencia en circunstancias iguales y yo hasta creo que esa fuerza es la que hace que mientras algunos mueran otros todavía vivan.

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