domingo, 2 de septiembre de 2012

Todo mentira

"Sé que a veces mientes y yo hago maromas por no descubrirte..."

"Miénteme como siempre, convénceme, miénteme con un beso, necesito tenerte, culpable o no"


Nos mentimos. Nos mentimos todo el tiempo. Desde el primer minuto.
No éramos ovejas y nunca buscamos serlo.
Nunca supe lo que buscabas conmigo y no tuve tiempo para saber qué quería con vos, pero sin embargo, las causalidades, la vida y los "para qué" que la gente se empecina en decir que hay cosas nos juntaron.
Fuimos, por menos de un mes como una reacción de oxidación-reducción (REDOX) en la que dos sustancias químicas que pueden ser diametralmente opuestas, como en nuestro caso, chocan para formar un compuesto y mientras una gana y se reduce, la otra pierde y se oxida. Quién se redujo y quién se oxidó puede leerse según el modo en que tomes la formación del compuesto.
Yo quería saberlo y vos ni por casualidad te lo imaginaste.
Vos ibas a hacerte humo y yo siempre lo supe, por eso nunca di ese salto sin red. Nunca me entregué del todo. Nunca conociste la diferencia entre mi yo a la defensiva y mi yo a la inclusiva.
Probablemente nunca me conozcas y quizás para mí, siempre seas un desconocido.
Dije no haberte usado, pero quizás, en el punto en el que estábamos te obligué. Dijiste no haberme usado, pero me arrojaste a mi suerte, casi como si fuera un paquete. No te puedo creer.
¿Con cuántas cosas más me habrás mentido?, ¿en qué momento me habrás dicho la verdad?
No querías que nos vieran los vecinos, no querías que nos vieran juntos ni por casualidad, no querías salir, nomás entrar. La traba de mujer olvidada en una mesa me lo mostró claramente, eras fugaz, estabas en muchos cielos al mismo tiempo, nunca tendrías la vista, ni el resto de los sentidos, fijo en algún lugar.
Nunca tuve miedo de lo que podrías llegar a hacerme, pensé que íbamos a cenar por más tiempo y de pronto descubrí que yo era tu cena. Hubiera preferido que me lo dijeras, así dejaba de buscar los cubiertos y me acompañaba de una guarnición.
Sabía que alguna vez iba a cenarte, pero solamente me diste la entrada, yo quería seguir comiendo de tu  plato principal y nada más. Nunca se me cruzó por la cabeza pedirte la cuenta y menos que menos armar un restaurante.
Nos mentimos, sí. No te la ibas a jugar por mí y yo tampoco por vos. Sin embargo, jugamos juntos y en esa partida, ninguno de los dos pudo fingir.


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