domingo, 5 de febrero de 2012

Automutilación oral

Como "escritora", las ficciones siempre fueron lo mío. Escribir textos argumentativos también me gusta, pero nada me desvela, me apasiona y me roba más tiempo-sin consumírmelo-que escribir un cuento, una novela o una crónica. Mi señora madre me dice cada vez que hablamos por teléfono "dejá de llamarme y escribime más seguido"; le escribo y trato de divertirla cuando lo hago, porque a más de mil kilómetros de distancia a ninguna de las dos le sirve contar pálidas, si le cuento las mías, al menos para que me aconseje, busco decirle las cosas con humor. No sé si llora, pero sé que al menos una sonrisa le saco. Mis amigos opinan que mi modo de contar las cosas, de describir y de crear universos o nuevos mundos siempre los sorprende y eso me incentiva a tratar de no repetirme, de estar siempre reinventándome o buscando nuevas formas de decir, contar y escribir.
Mis profesores siempre fueron más exigentes, loaban mis escritos, llegaron a ruborizarme al decir que tenía futuro y que podría dedicarme a esto si quisiera pero siempre me hacen la misma recomendación: ¡HABLÁ!; para algunas comisiones, soy "la chica que no habla", otros llegan a fin de año y recién cuando contesto qué me pareció la cursada me dicen "es la primera vez que te escucho hablar tanto"
Un amigo, añazos mayor que yo, siempre que ve que me quedo muy callada me dice "para un tipo no hay nada peor, que le toque una mina que no diga nada... y no te veo leyéndoles en un bar, así que vos verás".
Un brujo que me conocía poco y nada vino a cenar a casa y yo, casi como de costumbre, no dije ni una sola palabra. Cuando terminamos de comer me dijo por lo bajo- a mí nunca se me dice nada como alto- "Vos sos tan serpiente (cierto, en todos los horóscopos soy serpiente) que estás callada y al acecho, pero en el momento menos pensado hablás y nos matás a todos."
Para mí la palabra no es "matar", sino que simplemente, trato de esperar el momento justo, después de que todos hablan, se hacen, se deshacen y se rehacen debatiendo cuánto puede ser 2+2, me "lanzo" a hablar y digo con total seguridad "es 4". Quizá alguien más hable, quizá vuelvan a debatir y vuelvan a deshacerse, y cuando se callen voy a volver a hablar, tal vez diga 4, tal vez diga 8, pero nada más; nada de-más.

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